Ganancias: El Ajuste que Golpea al Salario, No a la Riqueza

En un nuevo golpe al poder adquisitivo de la clase trabajadora, el gobierno ha confirmado que, a partir de julio, un mayor número de asalariados comenzará a pagar el Impuesto a las Ganancias. La publicación de un Índice de Precios al Consumidor (IPC) del 1,5% mensual, lejos de ser un alivio, se convierte en la justificación técnica para extender la base de contribuyentes, mientras la inflación real sigue devorando los salarios y la riqueza se concentra en unas pocas manos.

Ganancias: El Ajuste que Golpea al Salario, No a la Riqueza

Esta medida no es otra cosa que un nuevo capítulo en la transferencia de recursos de los que producen hacia los sectores concentrados del poder económico. Bajo la falacia de una "actualización" o "equidad fiscal", se profundiza la regresividad de un sistema impositivo que castiga el trabajo y premia la especulación. Mientras la mayoría de la población lucha día a día para llegar a fin de mes, el Impuesto a las Ganancias se consolida como una carga más sobre los ya magros salarios, empujando a miles de familias a una situación de mayor precarización.

Es crucial recordar que el salario, no es ganancia. Es la retribución por la fuerza de trabajo, un derecho fundamental que permite la subsistencia y el desarrollo de la vida. Gravarlo con impuestos es, en esencia, mermar la capacidad de consumo y ahorro de las familias trabajadoras, ralentizando la economía real y profundizando la desigualdad social.

La pregunta que resuena es: ¿por qué el Estado insiste en recaudar sobre el esfuerzo de quienes viven de su sueldo, mientras la verdadera riqueza, la que proviene de la renta financiera, la especulación inmobiliaria y los grandes grupos económicos, sigue gozando de exenciones y privilegios fiscales? La respuesta es clara: la prioridad no es la justicia social, sino la garantía de los intereses de las grandes corporaciones y el capital concentrado.

Mientras tanto, los jubilados y pensionados siguen sumidos en la indigencia, los trabajadores informales apenas sobreviven y los jóvenes ven cada vez más lejana la posibilidad de un futuro digno. En este contexto, extender el Impuesto a las Ganancias a más asalariados es una provocación que demuestra la insensibilidad de un modelo económico que solo busca el beneficio de unos pocos, a costa del empobrecimiento de las mayorías.

Es hora de exigir un sistema tributario verdaderamente progresivo, donde los que más tienen, más aporten. Un sistema que grave las grandes fortunas, las ganancias extraordinarias de las empresas y la renta financiera, y que libere de la carga impositiva a los salarios, que son el motor de la economía popular. La lucha por un reparto más justo de la riqueza es, hoy más que nunca, una tarea impostergable.