Asfixia planificada: El FMI aprieta y el pueblo paga

Apenas 40 días han transcurrido desde la pomposa firma del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), y la cruda realidad se impone con la fuerza de un puñetazo: el Banco Central no ha logrado adquirir un solo dólar, ni un mísero "billete verde", desoyendo la primera y crucial meta impuesta por el organismo multilateral. El pacto preveía la acumulación de 4.500 millones de dólares en reservas, un objetivo que, a este ritmo, se vislumbra como una quimera inalcanzable.

Asfixia planificada: El FMI aprieta y el pueblo paga

La situación es clara para quienes observamos desde la vereda de los trabajadores y los sectores populares: este ahogo financiero no es un accidente, sino la consecuencia directa de una política económica diseñada para la sumisión. Mientras el Gobierno se esfuerza en cumplir con las imposiciones del FMI –ajustes brutales, tarifazos que asfixian a las familias y una desregulación que beneficia a los grandes capitales–, la economía real se desangra.

¿De qué sirven estos acuerdos si a los 40 días ya se muestra su inviabilidad? La respuesta es tan dolorosa como previsible: estos pactos no buscan la prosperidad del pueblo, sino garantizar el pago de una deuda ilegítima y profundizar un modelo de dependencia. La falta de dólares en las arcas del Banco Central no es solo un indicador económico; es un grito silencioso de la producción paralizada, de los salarios que no alcanzan y de la soberanía que se desvanece.

Es evidente que, ante la inminente incapacidad de cumplir con esta primera meta, el Gobierno se verá forzado a regresar, con la cabeza gacha, a la mesa de negociaciones con el FMI. ¿El resultado? Más condicionamientos, más recortes y, en última instancia, una mayor transferencia de recursos desde los bolsillos de la gente común hacia los acreedores externos.

La narrativa oficialista intentará disfrazar este fracaso como un "imprevisto" o una "dificultad coyuntural". Sin embargo, para millones de argentinos y argentinas, esta asfixia es la manifestación más palpable de un modelo que nos empuja, una y otra vez, al abismo. Es hora de que el pueblo trabajador levante su voz y exija un cambio de rumbo, uno que priorice la vida, la producción y la justicia social por encima de las imposiciones de un Fondo que solo busca perpetuar la dependencia.