Comer, un derecho, no un lujo: Medio millón de pesos para alimentar a una familia trabajadora
La realidad golpea con crudeza los hogares argentinos. Según datos oficiales del INDEC, una familia tipo necesitó en abril la escalofriante suma de $505.291 tan solo para cubrir la canasta alimentaria básica. Este número, que representa más de medio millón de pesos, pinta un panorama desolador donde el acceso a la alimentación se convierte en un privilegio inalcanzable para amplios sectores de la población trabajadora.

La cifra revela una vez más la brutal erosión del poder adquisitivo frente a una inflación descontrolada, resultado de políticas económicas que priorizan la especulación financiera por sobre las necesidades del pueblo. ¿Cómo se sostiene una familia cuando la mitad de un salario, o incluso más, se esfuma únicamente en garantizar un plato de comida en la mesa?
Pero la radiografía de la crisis es aún más profunda. El mismo informe del INDEC establece que esa misma familia de cuatro integrantes necesitó la obscena suma de $1.110.063 para no caer bajo la línea de pobreza. Más de un millón de pesos para acceder a servicios básicos, vestimenta, salud y educación, derechos fundamentales que hoy se ven pulverizados por un modelo económico que condena a la exclusión a una porción cada vez mayor de la sociedad.
Mientras los grandes empresarios y los sectores más concentrados de la economía acumulan ganancias obscenas, la clase trabajadora se ve obligada a elegir entre alimentos, servicios o un futuro digno para sus hijos. Este brutal ajuste, disfrazado de "ordenamiento económico", tiene nombres y apellidos: políticas de desregulación, tarifazos salvajes y salarios de miseria que empujan a millones de familias a la indigencia.
Las cifras del INDEC no son meros números fríos; son el grito silencioso de un pueblo que lucha por sobrevivir. Son la evidencia de un sistema que falla, que genera desigualdad y que condena a la pobreza a quienes con su trabajo sostienen el país. Es hora de un cambio de rumbo, de políticas que pongan en el centro las necesidades de las mayorías, que garanticen salarios dignos, control de precios y un estado presente que defienda los derechos de su pueblo. Comer no puede ser un lujo, es un derecho inalienable que este modelo económico nos está arrebatando.