Otro golpe al bolsillo: el aumento de combustibles consolida el ajuste contra el pueblo

Desde este domingo, la nafta y el gasoil volverán a subir de precio en todo el país, iniciando con la petrolera estatal YPF y arrastrando, como ya es costumbre, al resto de las compañías. Esta nueva escalada en los surtidores, lejos de ser una sorpresa, se inscribe en la lógica de un gobierno que prioriza la rentabilidad de las grandes empresas por sobre la ya maltrecha economía de las familias trabajadoras.

La excusa oficial esgrimida por el Gobierno para "no presionar la inflación" es el diferimiento de la actualización del impuesto a los combustibles. Una medida que, de tan cínica, resulta ofensiva. ¿Acaso creen que el pueblo olvida que estos mismos impuestos, lejos de ser un factor aislado, forman parte de una política fiscal regresiva que carga el peso sobre los que menos tienen? La realidad es que, se difiera o no el impuesto, el aumento de los combustibles impacta directamente en el costo de vida: encarece el transporte, los alimentos y todos los bienes esenciales, pulverizando aún más el poder adquisitivo de salarios y jubilaciones.

Este nuevo tarifazo no es un hecho aislado, sino la continuidad de un ajuste brutal que viene golpeando sistemáticamente a los sectores populares. Mientras las petroleras anuncian ganancias extraordinarias y los grandes capitales fugan divisas, millones de argentinos y argentinas se ven obligados a elegir entre comer o viajar, entre calentar sus hogares o llegar a fin de mes. La "mano invisible del mercado" de la que tanto hablan los voceros oficiales es, en realidad, la mano visible de un Estado que funciona como garante de los intereses de unos pocos, a costa del sufrimiento de la mayoría.

Es fundamental denunciar esta política de despojo. No podemos permitir que el costo de la crisis recaiga una vez más sobre los hombros de quienes menos responsabilidad tienen en ella. Es hora de exigir políticas que defiendan el salario, que controlen los precios y que pongan freno a la voracidad de las corporaciones. La nafta y el gasoil no son un lujo, son una necesidad. Y su acceso no puede ser rehén de la especulación y la ganancia de unos pocos. La organización popular y la lucha en las calles son la única vía para revertir este modelo de exclusión y construir una sociedad más justa e igualitaria.